Tesoros de la Lengua Mexicana
Recuerdo mi primera visita a la Ciudad de México. Olor, sabor, vida. La multitud de sensaciones
que tuve resultaron ser tan profundas que han hecho una enorme hendidura en mi cerebro.
Ahora siento que no soy capaz de pensar nada sin localizarme en un punto desconocido de ese
mar de agua y pensamiento que une a México con Galicia (y, claro, también con España).
No puedo olvidar una de las comidas que hice cuando, sin saber qué iba a comer, decidí probar
el huachinango. Para mí, en aquel momento, era una aventura. Un riesgo que no sabía bien hacia
donde me dirigía. ¿Qué es? ¿Cómo sabrá? Estaba muy sabroso pero, paradójicamente, no me
sorprendió. Posiblemente ya que, como bien nos muestra este interesante libro, es una especie
de pargo y, por tanto, también es conocido en otras partes del mundo. Nuevamente ese punto
de conexión esa relación hermana.
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